sábado, 10 de noviembre de 2007

¿Lo qué?

Es un rejunte gigante, como una pelota grandota y redonda de nieve, que se agranda y se aredonda con cada metro y centimetro que se mueve.
¿Viste cuando te tiembla todo, el pecho, las manos y de a ratos hasta sentís que el pelo te hace bzz? Algo así.

Tardé muy poco, creo que nunca tan poco. Tomé el tiempo: después de mirar fijo un rato a la ventana, la ventana cerrada por suerte, sino me hubiese quedado mirando fijo más tiempo, pregunté qué hora era y empecé a correr para adelante, y para la derecha, hasta que te chocás con el Golf, ahí otra vez a la derecha. Desde ahí seguís las flechas, dos o tres flechas (2 ó 3 flechas), hasta que estás corriendo por mi barrio. Ahí es todo derecho y zig-zag, ya conocés.

Pero me pasa lo mismo de siempre, que llego y me olvido de preguntar la hora de nuevo, que llego y ni me entero de cuánto tardé, por más ganas que tuve de tomarme el tiempo. Corrí al pedo al final.
Al menos corrí.
¿Al menos? Fue peligroso, estúpido, mirá si te chocaban, digo: mirá si te atropellaban.