lunes, 20 de agosto de 2007

Cogito ergo sum

¿Qué hago acá, cómo llegué acá? ¿Quiero estar acá?
La normal dice que no, pero que se vaya a cagar la normal, yo no me puedo ir de acá. Menos cuando me voy dando cuenta cuándo soy yo y cuándo no es nadie y cuándo es él -un él totalmente nuevo y de alguna forma sorprendente, pero no por ser un él nuevo, sino porque sea nuevo desde hace tan poco.
No sabía que no era el único.
No, mi duda no es egoísta: no quiero decir que creía ser yo solo, que no esperaba que estuviera él, sino que no esperaba que estuviera ella. Claro, ahora me acuerdo, o mejor dicho: me hago el que me acuerdo recién ahora: lo último que supimos fue que no hay que hacer campaña: “no hagas campaña”, me dijo un tipo, probablemente un político, seguramente un político, eso sí que no me acuerdo: quién era; pero la conclusión es que no había que querer lo que uno quiere. ¿Redundante? Cómo se nota que nunca viste algo Redondo.

Circular.

Terminó siendo un Circo. Todos yendo de acá para allá, retorcidos, alocados, o locos, como mejor se entienda, sabiendo que estábamos mal, pero indudables de que nunca estaríamos mejor. Los latidos eran fuertes, demasiado constantes y en algunos casos eran los últimos, pero eran compartidos, siempre eran entre todos.

Ahora estoy tatuado, uso Ray Ban y escucho Arctic Monkeys. Pero sigo latiendo. Lato. Mi vaso sigue igual: lleno: constante e inagotablemente.

lunes, 13 de agosto de 2007

Ventana

Cuando camino por la calle y veo una casa con la ventana abierta, me caliento.
¿Y?
Me gusta, me invento historias. Resulta que todas las ventanas abiertas de donde yo camino son de mujeres. Resulta que son todas tetonas, culonas. No me acuerdo bien lo que pasa en el medio, si toco timbre y entro con alguna excusa irreal, porque con lo desconfiados que están todos en Argentina me costaría mucho entrar, pero entro, o tocando timbre, o me cuelgo de la ventana de esta tetona, culona, o como sea, pero termino adentro de la casa, con ella, cogiendo.

Con las ventanas de mis vecinas no me pasa. Las ventanas abiertas que veo desde mi habitación, mi cocina, el living y el balcón (es un monoambiente) no me calientan. Es raro, y una lástima, porque más de una debe tener ganas de que la visite. A algunas las vi espiándome: cojo mucho y no tengo cortinas, no me gustan, se ensucian fácil, y mis vecinas me miran cojer.