Ése panzón con cara de medieval, cuya mentalidad coincide con su cara: antiquísima. Inequívoco, cuasi perfecto, correccionista e indiscutible. Uno adjetivable como pocos; cada adjetivo es una puñalada de ironía.
A su lado, el que vive en una nebulosa gaseosa (nube de pedos) de inagotables datos tremendamente intrascendentes. El más cercano a no entender nada. -Un extra-
Para abajo: un prepotente azotador; una sabelotodo de aparaciones fugaces; el genio, un tipo simpático y héroe de esta novela; otra pedante sabelotodo que no sabe nada. Por último en esta lista, probablemente el más importante de la historia: un llorón.
A la derecha e izquierda de todos ellos: la loca de las pesadillas, una Lady Macbeth siglo veintiuno. La superada que irrita. Un hombre, el único hombre que aparece, aunque también con esporacidad; quizás el único hombre que queda. Una gran persona de otro mundo, una especie de El Principito del otro sexo. El señor que poco trasciende. Y esa punzante y controladora líder.
Otros extras: una carismática pasada de vuelta; el adorable culpado de todo; ella, lo más parecido a una autista superdotada; el bufón y sus dos asistentes. Y para la ensalada: el aceite, el limón, la sal y la pimienta.
Mi admiración por varios de ellos es admirable. Creo que lo admirable es que los admire. Pero espero que todos lleguemos a hacerlo a lo largo del relato.
domingo, 23 de marzo de 2008
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